Aún recuerdo el día que lo llevé al aeropueto de Bogotá para su viaje a España a reunirse con su mamá. El 25 de agosto de 2000, viajó rumbo a lo que yo conocía como el país de la península Ibérica. Faltaban tres días para mi cumpleaños y mi hijo de apenas siete años se iba. Recuerdo que los meses que estuvo a mi lado, ya que su mamá viajó primero un 10 de junio, hicimos todo lo que nos faltaba por hacer. Fuimos a comer pan mil hojas, lo mnté en los carritos del parque de las banderas, fuimos al río Pance, elevamos cometa, jugamos futbol, lo tuve que cuidar aún más que antes pues la madre no estaba. Ya al paroximarse el día del viaje, mantuve comunicación con ella, fui a comprar los boletos del avión, en esos momentos no sabía que me esperaba mas de dos años sufriendo la ausencia de mi hijo. Ese día lo tengo en fotografía, desde que se levantó hasta que se despidió de mí.
Era mi primera vez en avión. Viajamos de Cali a Bogotá, pero no recuerdo esos momentos. Lo que si llevo en mi mente es él instante en el aeropuerto en Bogotá. Allá debiamos esperar por un documento de la embajada que nos lo entregaba una señora. Pase varios minutos nervioso pues no encontraba a la persona. Ya después nos pesaron las maletas, se paso del límite permitido o debiamos pagar más y realmente no teniamos más dinero, busque una caja y saque ropa de mi hijo de su maleta y la dejé en un baño del aeropuerto para luego volver por ella. Ya había llegado la hora de entar a la sala de espera, sólo el podía hacerlo, cosa que yo no sabía. Pensé que lo entraban allí y salia de nuevo, menos mal alcancé a despedirme pero no de la manera que hubiera querido, pues nunca pensé que iba a pasar por esa puerta y lo iba a volver a ver en seis años. Ese día llevaba un muñeco de 15 cm de largo, era lo máximo para el, por allí tengo un carrito de recuerdo de tantos juguetes que quedaron conmigo y que poco a poco fui regalando para hacer más llevadera la situación.
Era mi primera vez en avión. Viajamos de Cali a Bogotá, pero no recuerdo esos momentos. Lo que si llevo en mi mente es él instante en el aeropuerto en Bogotá. Allá debiamos esperar por un documento de la embajada que nos lo entregaba una señora. Pase varios minutos nervioso pues no encontraba a la persona. Ya después nos pesaron las maletas, se paso del límite permitido o debiamos pagar más y realmente no teniamos más dinero, busque una caja y saque ropa de mi hijo de su maleta y la dejé en un baño del aeropuerto para luego volver por ella. Ya había llegado la hora de entar a la sala de espera, sólo el podía hacerlo, cosa que yo no sabía. Pensé que lo entraban allí y salia de nuevo, menos mal alcancé a despedirme pero no de la manera que hubiera querido, pues nunca pensé que iba a pasar por esa puerta y lo iba a volver a ver en seis años. Ese día llevaba un muñeco de 15 cm de largo, era lo máximo para el, por allí tengo un carrito de recuerdo de tantos juguetes que quedaron conmigo y que poco a poco fui regalando para hacer más llevadera la situación.
Fueron dos años que tardé para sobreponerme a la ausencia de él. Sabía que tenía que seguir, que el no había muerto y que algún día ibamos a poder estar juntos. En mis conversaciones con el por internét y las fotos vi como mi hijo hacía su primera comunión, recibia regalos en diciembre, se disfrazaba en octubre, viajaba al mediterráneo a vacaciones y lo mas duro de todo, ví como ese niño de apenas siete años de edad, se convertía en un adolescente, en todo el sentido de la palabra adolece.
Por mi vida pasaban miles de cosas, bucaba horizontes, asideros, esperanzas, proyectos sin terminar pero sobre todo, la tristeza que se puede sentir al tener todas las energías para ser papá y no poder serlo, porque aprendí que se es papá no por saber que hay un hijo que vive, sino porque hay un hijo con el cual se comparte, se cría, se llora, se ve crecer día a día, se tolera, se soporta, pero sobre todo, que se tiene al lado para abrazarlo, para guiarlo, en resumidas cuentas, para vivir con él. Que significativo es que ellos tengan la imagen paternal para ir formando su personalidad. La ausencia del padre en la familia genera intenciones en los integrantes hijos que tienden a buscar referentes para ir formando una forma de ser y de pensar, que en la mayoría de los casos suele se errada.
Oscar llega a Colombia una semana de febrero de 2006, un niño de 13 años, gordo, buen mozo y saludable. Aún segía yo extrañándolo y muy triste por, pero vivía ya la idea de no llorar más por su ausencia y calmar mi estado de ánimo con la certeza de que estaba bien. Pasamos una semana, paseamos, jugamos, fuimos a piscina, pero lo más importante y lo mas increible y valioso de ese tiempo fue el que haya aprendido a montar bicicleta y fui yo quien le enseñó. Que no supiera hacer esto a su edad era sorprendente, pues hace parte de los juegos de un niño y además lo va adentrando en las vivencias de las tecnologías de las que gozamos en tiempos contemporáneos.
Me tocó volverlo a dejar en el avión, esta vez con su mamá y con el atenuante de haberles pedido perdón por los errores del pasado, que de alguna u otra forma nos llevarón a esta situación. De eso han pasado casi cuatro años. Poco a poco nos comunicamos más por intenét. Su vida fue cambiando, ya se estaba convirtiendo en hombrecito. Sus amigos, sus amigas y po supuesto el coelgio, donde no le estaba yendo muy bien. Hoy 7 de Agosto de 2009, a esta hora está mi hijo en un vuelo rumbo a encontrarse conmigo. Desde las 4 a. m. estoy esperándolo. Ya su mamí me llamó para avisarme que ya llevaba 20 minutos de vuelo. Llega a las 5 : 30 p. m. Trae el cabello largo, con su mirada puesta en la musica rock fuerte y con su personalidad un poco confundida. Desde hace un año se está compòrtando un poco mal, desobece a su mami, llega un poco tarde a la casa y en el colegio ni hablar. Viene a pasar unas vacaciones conmigo, hoy lo vuelvo a ver, ya casi de mi estatura, con un poco de bigote que se alcanza a observar desde sus fotos y camara web.
Bueno, ahora lo siguiente es que aprenda a conducir auto, ... realmente a conducir su vida.